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DESILUSIÓN

 

La desilusión es parte de nuestra vida afectiva desde el comienzo de los tiempos. Winnicott arma una teoría acerca de la ilusión-desilusión. La desilusión es del campo de la fantasía, Si uno, según Winnicott, se desilusiona es porque previamente pudo crear esa ilusión psíquica de que el objeto externo era interno

Hay épocas así, esas en que uno va de desilusión en desilusión, de barranco en barranco para al final abrir los ojos y descubrir que habitaba en una isla extraña rodeado por falsos afectos, personas con doble fondo y sentimientos equivocados. Es entonces cuando recogemos los pedazos rotos de nuestro corazón para avanzar sin mirar atrás, con airosa dignidad y firme determinación.

“Si estamos tranquilos y preparados, deberíamos poder encontrar una compensación en cada desilusión” -Henry David Thoreau-

En el juego de la vida sucede lo mismo. Sin embargo, a la mayoría nos educan desde bien temprano en la idea de que si uno se esfuerza el éxito está garantizado y que si uno cuida bien a las personas que quiere, estas responderán del mismo modo. Casi nadie nos quiso revelar que en el cuadrilátero de la vida real dos y dos no siempre son cuatro, que abundan más los días grises que los azules y que las personas son falibles, contradictorias y exquisitamente imperfectas.

Digerir las desilusiones cotidianas no es tarea fácil. No obstante, y como curiosidad, cabe decir que la desilusión es la tercera emoción más experimentada por el ser humano después del amor y el arrepentimiento, y por tanto debemos aprender a reconocerla, a asumirla y a afrontarla

¿Es la desilusión parte obligada de la vida? No, no siempre

No falta quien con aire paternalista no comenta aquello de que “experimentar una gran desilusión en la vida es algo necesario. Porque el sentirnos decepcionados nos permitirá obtener la motivación necesaria para crecer”. 
En primer lugar, nadie está obligado a experimentar una desoladora desilusión para “saber qué es la vida”. Estamos más bien ante una dimensión que debemos aprender a gestionar lo antes posible para que no acontezca más de lo necesario. A su vez, las decepciones siempre serán mejores en dosis pequeñas y en tamaños manejables. Es así como uno aprende de verdad a lidiarlas y a canalizarlas para obtener un adecuado aprendizaje de ellas.
A su vez, es importante reiterar la necesidad de saber afrontar la desilusión cotidiana para evitar que tarde o temprano acontezca una de mayores dimensiones, ahí donde quedar atascados en el rincón del dilema, en el agujero del dolor y en el bosque de la desesperación. Decimos esto por una razón muy concreta: la pequeña decepción no expresada se convierte en el asesino silencioso de toda relación.
Evitamos expresar en voz alta muchas de las desilusiones sentidas por miedo a ofender a los demás, por miedo a romper ese vínculo que nos une a ellos… Sin embargo, se nos olvida que los principales ofendidos somos nosotros y que quien se guarda una desilusión tras otra al final se ahoga. Al final se levanta un día consciente de que todo lo que le envuelve es un engaño. Reaccionemos antes, aprendamos a reaccionar a tiempo.
DESENREDAR EL NUDO DE LAS DECEPCIONES
Uno de los primeros aspectos que debemos evitar es practicar lo que se conoce como “sesgo retrospectivo “. Hablamos cómo no, de esa tendencia a creer, después de conocer los resultados, que podríamos haberlo anticipado todo. Hay cosas que no se pueden prever, no tenemos una bola de cristal con la que poder ver cómo van a reaccionar determinadas personas. Así que lo mejor es aceptar lo sucedido y evitar responsabilizarnos o proyectar toda la responsabilidad sobre nosotros mismos.
El segundo aspecto de importancia tiene que ver con lo que antes hemos comentado. Debemos ser capaces de reaccionar ante las pequeñas decepciones antes de que se conviertan en auténticas apisonadoras, de esas que dejan nuestra autoestima a la altura del zapato. Recuerda siempre hablar sobre lo que te moleste “cuando te molesta y no cuando sea tarde”.
El tercer y último punto que deberíamos aplicar en nuestro día a día, es la capacidad de tener perspectiva. Debemos entender que todos somos falibles. Todos tenemos el poder de ilusionar y desilusionar, por lo tanto, todos estamos sujetos a esta noria imparable donde a veces se gana y a veces se pierde, donde los lugares acertados al poco ya no dan más de sí y es necesario reciclarse, cambiar de mapa de carretera, de personas e incluso de objetivos.
A veces, las decepciones son poco más que un mecanismo extraño en el que la vida nos dice que tiene algo mucho mejor reservado para nosotros…
A CADA DECEPCIÓN LE LLEGA SU OLVIDO
Cada vez cuesta más creer en las personas y en esos sentimientos que son tan reales mientras duran y luego parecen transformarse. Cuesta la decepción y el desengaño, duele la desilusión. Sobre todo, porque alguna vez pusiste ahí tu alma entera, pensando que era alguien y no tú quien la llenaba de vida.
Pero te encuentras una y otra vez con que aquello que creíste que no cambiaría, cambia. Entonces, esa persona en la que tenías fe ciega te demuestra que ni ella era infalible ni tú veías tan claro con los ojos abiertos. Es más, te das cuenta de que la decepción es producto de esa ceguera por esperar demasiado brillo de los demás y olvidar, en parte, el tuyo.
Primero el entusiasmo y la confianza
Con el tiempo uno se da cuenta de que las decepciones pueden ser plurales, con las mismas personas o con distintas. También que dependen de las relaciones y de la gravedad de la situación: por ejemplo, hay decepciones que escuecen pero no rompen y otras que duelen tanto como para que solo quede el espacio de una despedida o ni siquiera.
La vida es un eterno dejar ir y solo cobra sentido cuando pincha.
Lo cierto es que somos humanos racionales, pero igualmente emocionales: la mente controla los pasos y sin embargo son la sensibilidad, la empatía, el amor quienes deciden la dirección. Por esta razón uno se entusiasma con la gente que conoce: descubre si le despierta confianza o no y, si es afirmativo, construye con ella la base de una relación llena de expectativas.
A medida que la confianza es mayor, la exigencia de que sea recíproco también lo es: así se crean los círculos sociales cercanos a uno mismo dentro de los cuales no hay huecos para pensar en que uno va a fallar al otro.
UNA POSIBLE DECEPCIÓN
Sin embargo, no se podría escribir sobre ello si no existiera: llega un determinado momento en el que el entusiasmo y la confianza pueden flaquear por algún lado. Si se ha sufrido en más de una ocasión o el golpe ha sido muy duro, la posibilidad de una nueva decepción provoca miedo y falta de entusiasmo por intentarlo otra vez. 
En el caso en el que una persona decepciona a otra se corta un lazo que parecía inalterable y ocurre que el decepcionado se siente cojo y desorientado. De hecho, si el error cometido no tiene solución, se entra en un proceso lento de reconstrucción de autoestima y valores que dependerá mucho de la personalidad de cada uno.
De las traiciones y de los desengaños uno es capaz de resurgir más valiente y menos ingenuo: la decepción es un punto de inflexión que obliga a tomar las riendas de la situación para salir con la cabeza alta y el corazón lleno de fuerza.
PERDONAR PARA OLVIDAR Y SEGUIR
Con todo tenemos que decir que a cada desilusión le llega su olvido, aunque se tenga que pasar primero por el filtro del perdón: ocurre cuando se le da la tregua suficiente para sanar el dolor y para salir fortalecidos de la experiencia. Se trata de aceptar, dejar atrás y seguir con la moraleja de lo sufrido.
Ante los obstáculos complicados como una decepción, es beneficioso actuar para uno mismo: desahogarse si se necesita, salir con otros amigos para confirmarse que aún merece la pena creer, ocupar la mente en actividades que distraigan, aprovechar para conocerse más y ver de qué se es capaz, comprender que cada etapa tiene su momento. 
“Lo más difícil es conseguir que se vaya del todo, todo aquello que ya se fue.” -Marwan-
Se necesita darse la oportunidad del perdón para pensar en el bienestar individual: las decepciones no son justas para nadie, pero tienen que servir para enseñar la cara más humana de las equivocaciones y para aprender de ellas
UNA DESILUSIÓN SOLO ES UNA SITUACIÓN QUE TE AYUDA A SALIR DEL LUGAR INCORRECTO
Antes o después, la desilusión tocará a tu puerta. Puede ser una desilusión de pareja. Una decepción en el trabajo. Un proyecto que no llegó a buen puerto. Algo que te hacía ilusión pero que no pudiste conseguir. La pérdida de algo o alguien importante para ti…
De hecho, ¿sabías que las personas que se sienten decepcionadas continuamente tienen un riesgo mayor de padecer problemas físicos y/o emocionales? Estas personas suelen tener más dolores de cabeza y dificultades gastrointestinales, así como estrés crónico y depresión.
La buena noticia es que la desilusión, como todo en la vida, tiene dos caras: puedes dejar que te suma en la tristeza más profunda o aprender la lección y seguir adelante. Tú decides.
LA DESILUSIÓN SE ALIMENTA DE LA BRECHA ENTRE TUS EXPECTATIVAS Y LA REALIDAD 
La desilusión es una forma de tristeza, una sensación de pérdida que se produce como resultado de una brecha dolorosa entre tus expectativas y la realidad. Te decepcionas cuando tus esperanzas no encuentran respaldo en la realidad. De hecho, el filósofo Eric Hoffer dijo que «la decepción es una especie de bancarrota: la bancarrota de un alma que ha gastado demasiado en esperanza y expectativa.
Si te preparas para obtener lo mejor y que todo marche sobre ruedas, los contratiempos que encontrarás a lo largo del camino te desmotivarán y decepcionarán. Cuando crees que “necesitas” tener algo para ser feliz o sentirte satisfecho, estás preparando el terreno para la desilusión. Cuando alimentas demasiadas expectativas, te estás preparando para una gran desilusión.
Por supuesto, no siempre podemos evitar la desilusión ya que nuestro cerebro está programado para anticiparse a los eventos y muchas veces esperamos lo mejor. Confiamos en que el proyecto que tanto nos ilusiona y en el que hemos invertido tanto tiempo y esfuerzo llegue a buen puerto. Confiamos en que los demás se comporten correctamente. Confiamos en que nuestra pareja nos apoye…
Sin embargo, a veces las cosas se tuercen. Entonces sobreviene la decepción. No podemos evitarlo, pero podemos decidir cómo reaccionar. Aunque las desilusiones no son agradables, nos brindan una información muy valiosa sobre nosotros mismos, nuestras expectativas y las otras personas. Cada desilusión llega con una enseñanza, depende de nosotros aprovecharla.
Obviamente, quedarse atascado en la decepción no es una buena idea. El evento ya ha sucedido. Es pasado. No puedes volver atrás para cambiarlo. Puedes reflexionar sobre lo ocurrido, y es conveniente que lo hagas para que saques alguna enseñanza, pero no puedes olvidar que estás mirando por un espejo retrovisor. Cuando conduces, de vez en cuando debes mirar por el espejo retrovisor, pero durante la mayor parte del trayecto debes mantener la vista al frente, en el futuro. Si miras demasiado hacia atrás, te expones a tener un accidente con consecuencias más graves.
La desilusión también es una gran maestra de vida, simplemente te está diciendo que, por algún motivo, has terminado en el lugar erróneo. La desilusión te alerta de que estás viviendo una situación que no te agrada y, por tanto, debería convertirse en un agente de cambio, un motivo para reaccionar y salir de ese sitio donde no te sientes a gusto. En vez de lamentarte, deberías preguntarte por qué has terminado ahí y, sobre todo, qué puedes hacer para no regresar a ese lugar.
LOS 4 JINETES DEL APOCALIPSIS DE LA DESILUSIÓN 
1.- ¿Qué? Creer que solo una cosa puede brindar felicidad 
La exposición constante a la publicidad transmite la idea de que solo podemos ser felices si tenemos determinadas cosas. De esta forma, podemos comenzar a supeditar nuestra felicidad al nivel adquisitivo. Sin darnos cuenta, dejamos que las cosas determinen cuán felices somos. Y cuando no logramos alcanzar lo que deseamos, nos sentimos desilusionados e infelices. La satisfacción que nos brindan las cosas es muy efímera. Al contrario, las experiencias que disfrutamos nos reportan una felicidad más duradera.
2.- ¿Quién? Creer que solo existe una persona que puede satisfacer nuestros deseos 
Las mayores desilusiones suelen provenir de nuestras relaciones interpersonales. Cuando esperamos que los demás se comporten de cierta manera y no lo hacen, nos sentimos decepcionados. El problema, obviamente, radica en nuestras expectativas.
En muchos casos, somos víctima del “Efecto Halo”, según el cual, atribuimos arbitrariamente
cualidades positivas o negativas a las personas de acuerdo con nuestras primeras impresiones. En práctica, hacemos inferencias a partir de características aisladas, sobre cómo se comportarán esas personas. Cuando esas expectativas no se cumplen, nos sentimos decepcionados. Cuando depositamos esperanzas en una persona y esta no las satisface, nos desilusionamos.
No podemos escapar del efecto halo, pero podemos ser conscientes de su existencia. En vez de pensar: “debería interesarse por mí” y sentirnos mal si no sucede, deberíamos preguntarnos: “¿qué podemos hacer para que esa persona se interese por mí?”. En el fondo, se trata de asumir las riendas de la situación, siendo conscientes de que existe un margen para la decepción, en vez de limitarnos a alimentar expectativas.
¿Cuando? Establecer un límite de tiempo para obtener lo que deseamos 
No solo albergamos expectativas sobre lo que queremos conseguir sino también sobre el lapso de tiempo en el que lo queremos obtener. Por desgracia, una sociedad que gira a una velocidad de vértigo, donde las necesidades se satisfacen rápidamente apenas aparecen, nos ha hecho pensar que debemos tenerlo todo, inmediatamente. Si no alcanzamos nuestras metas rápidamente, nos sentimos desilusionados, creemos que hemos fracasado.
No nos damos cuenta de que muchas veces la vida no nos dice “No” sino tan solo “Espera”. Todos tenemos nuestro propio ritmo, compararnos con los demás es totalmente contraproducente. No debemos ponernos límites de tiempo demasiado cortos, sobre todo cuando nuestros sueños son muy ambiciosos. La vida no es una carrera de velocidad sino de resistencia. Por tanto, no te impongas límites de tiempo arbitrarios y poco realistas. Aprende a aplicar más el concepto de Wu-Wei.
¿Cómo? Hemos arreglado ideas sobre cómo se van a unir todas. 
Quizá la expectativa más difícil a la que debemos renunciar para evitar las desilusiones se refiere al cómo debemos hacer las cosas, cómo debemos sentir y pensar y cómo deben comportarse los demás. Es normal que cuando nos planteemos ciertas metas o nos involucremos en una relación, establezcamos una hoja de ruta. Esa hoja de ruta prevé cómo irá todo.
La vida se encargará de hacernos saber que no podemos controlar todo. Si tienes esquemas muy bien elaborados y te aferras a ellos, tendrás más probabilidades de sentirte desilusionado. Existen diferentes caminos para alcanzar el mismo objetivo, tenemos que mantenernos abiertos a todas las posibilidades. Si la vida no funciona según tu guion, no significa que no puedas obtener lo que quieres, sino tan solo que debes cambiar la estrategia.














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