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¿QUIÉN HIZO A DIOS?

 

Todo corazón, que ansía conocer a Dios, ha reflexionado alguna vez sobre los enigmas de la creación y sobre cómo Dios mismo adquirió su ser, omnipotente y supremo. Ninguna de las escrituras sagradas ha respondido plenamente a estas preguntas, que aparentemente no se pueden contestar. Pero si reflexionas y tratas de aprehender el alcance completo de este tema tal como se explica. 

El Infinito, Dios, es la causa final de todas las criaturas finitas. Dios proyecta el poder de maya, la tormenta de la engañosa relatividad (la ilusión de que el Uno se ha vuelto múltiple) la cual, al desencadenarse sobre el océano de su Ser y de su deseo vibratorio de crear, provoca la manifestación de las olas de la creación finita. «Aunque Yo no tengo nacimiento Y sea en Esencia inmutable! también soy, sin embargo, el Señor de toda la Creación y morando en Mi propia Naturaleza Cósmica (Prakriti) Me encarno en ella a través de maya-ilusión, desarrollada de Mi propio ser».

Manifestándose como Vibración Cósmica Inteligente Y creadora, y sirviéndose de la tormenta de la engañosa relatividad, Dios hace surgir de Sí Mismo todas las finitas olas vibratorias de la mente, de la energía y de la materia, es decir, los electrones, protones, átomos, moléculas, células y bloques de materia sólida: multitudes de universos que flotan como islas en la esfera del espacio, circundados por radiaciones errantes. Así pues, la Vibración Cósmica Inteligente es la primera causa manifiesta de todas las cosas creadas, si bien las diversas formas finitas de la materia son creadas o producidas 

de manera secundaria mediante agrupaciones y combinaciones de ciertas formas básicas, a saber: las células provienen de moléculas, las moléculas de átomos, los átomos, de electrones y protones, los electrones y protones, de vitatrones y los vitatrones, de los ideatrones del Infinito.
    La creación existe, y es causada por Dios, luego Dios existe. Se puede decir que la creación inteligente existe debido a un Dios inteligente. Pero, ¿quién creó a ese Dios del que han surgido todas las demás cosas? La respuesta es: el Infinito mismo. La ley de la causalidad se aplica solamente a los objetos finitos, y no al Infinito. Al igual que todas las olas del océano vuelven a disolverse en el océano, así también los objetos finitos producidos por las causas finitas antedichas se diluyen en la Fuente Eterna de todo ser. De modo semejante, la ley de la causalidad, que opera externamente en la creación, se desvanece en el Infinito.
Mediante la ley de la causalidad, nuestros primeros padres (las criaturas finitas que conocemos como Adán y Eva, que fueron creaciones especiales del Infinito) contribuyeron a la creación de toda la humanidad. Ahora bien, puesto que nosotros somos creados por nuestros padres (y nuestros padres, por nuestros abuelos y toda la raza humana, por Adán y Eva), nos hacemos la pregunta: “¿Quién creó a Dios?”. Esa pregunta equivale a aplicar al Infinito la ley de la causalidad que nos creó a nosotros, lo cual es un razonamiento erróneo.
Mientras te dejas mecer por las olas del mar no puedes obtener una perspectiva del océano en su totalidad. Desde el aire, sin embargo, resulta posible contemplar a vista de pájaro su enorme extensión. De la misma manera, cuando te concentras en la creación y estás sumergido en ella, no puedes ver nada más que la creación y la ley de causalidad que en ella rige. Pero, cuando cierras los ojos y aprendes a mirar en tu interior, no ves ni las formas finitas ni la ley que las produjo, sino que tienes atisbos del Infinito, que no tiene forma ni causa.
En las heladas tierras cercanas al Polo Norte, un esquimal que se encontraba cazando focas levantó la vista y vio a un viajero hindú que se le acercaba.
-¿De qué país vienes, amigo? –le preguntó–.
-Mi patria es la India –respondió el desconocido–. 
-¡Vaya! ¡Vaya! dijo –el esquimal– ¿Encuentran los hindúes buena y abundante carne de foca en la India?
     -¡Oh, no! No tenemos nada de eso –replicó sonriendo el visitante–. Los hindúes se alimentan principalmente de vegetales.
     -¡Qué cosa tan absurda! –pensó el esquimal– ¡Nadie puede vivir sin carne de foca!
Lo mismo que el esquimal –ignorante de la existencia de otro régimen alimenticio distinto del suyo– pensó que todo el mundo comía carne de foca, así las criaturas finitas, habiendo sido ellas mismas creadas por la ley de la causalidad, piensan naturalmente que el Dios Infinito también comenzó a existir mediante la ley de la causalidad.
 El Espíritu no está sujeto a la causalidad
     Es, pues, un necio error que los limitados seres humanos, nacidos según la ley de la causalidad, se formulen siquiera la pregunta “¿Quién hizo a Dios?”. El Infinito creó la ley de la causalidad que produjo, a su vez, todas las cosas finitas, pero el Infinito mismo existe sin haber sido causado. Al igual que un monarca absoluto puede dictar todas las leyes de su reino sin estar sometido a ellas, así el Rey del Universo determina todas las leyes de su reino (incluida la ley de la causalidad que rige su creación finita) sin que Él esté sujeto a sus propias leyes.
     “Yo, el Inmanifestado, ocupo el universo entero. Todas las criaturas moran en Mí, pero Yo no moro en ellas.”
Aunque está presente en todas las cosas, Dios no está limitado por la finitud en modo alguno.
Por lo tanto, el Infinito es. Deducimos su existencia y su omnipotencia de sus formidables manifestaciones en la creación. En ese estado de manifestación, su poder está plenamente activo; y durante la disolución cósmica, todo poder, inteligencia cósmica y la ley de la causalidad se vuelven inactivos y se disuelven en el Absoluto, para esperar allí el siguiente ciclo de la manifestación creadora de Dios. Las fuerzas de la tormenta que crean las olas del mar se manifiestan en las olas; pero cuando el océano está en calma, no manifiesta fuerza alguna. De la misma manera, en el estado creativo, el Infinito manifiesta inteligencia, mente, vibración, fuerzas y materia; y, en el estado inmanifestado, el Infinito existe solamente como Espíritu, en el cual quedan disueltas todas las fuerzas. Del espacio proceden la luz, las nebulosas y el clima, y en el espacio se disuelven y ocultan de nuevo. Esa esfera que se encuentra más allá de toda manifestación es el escondite del Espíritu.
El Infinito, más allá de las categorías de inteligencia vibratoria, energía, espacio y tiempo es, pues, algo en sí mismo: puede ser sentido y conocido como el Poder eterno que existe sin principio ni fin. La creación es causada por Dios, pero Dios simplemente es. Nadie ni nada hizo a Dios: Él ha sido y será lo que es por siempre y para siempre, qué es Dios: el Ser que no tiene principio, ni fin, ni causa. Como hombre mortal, eres una criatura hecha por Dios, te reconocerás a ti mismo como una ola en el océano de Dios, que es la Única, autosuficiente y siempre existente Conciencia Cósmica.







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