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SAPIENCIA

El término sapiencia, deriva del latín, de la suma de dos partes diferenciadas: “sapiens”, que significa “saber”, y el sufijo “-ia”, que indica “cualidad”.

La noción de sapiencia se utiliza, por ejemplo: “Con los años, el volante perdió capacidad atlética, pero ganó sapiencia “Espero tener la sapiencia necesaria para dirigir esta empresa”, “El dinero no compra sapiencia”. El conocimiento, deja la puerta abierta a la sapiencia.

La sapiencia es el grado máximo del saber, es decir, el punto en el cual convergen la inteligencia, la experiencia, el sentido común y el buen juicio. Se trata de un concepto muy antiguo, que se atribuye a las personas que han vivido mucho o se han cultivado mucho, y cuyo criterio por lo tanto se vuelve más confiable.
La sapiencia puede adquirirse de distintas maneras. Por lo general, se asocia a los conocimientos que se obtienen con la experiencia. Tomemos el caso de un hombre que se dedica a la pesca. Siempre que las condiciones meteorológicas se lo permiten, esta persona se sube a su lancha y sale a recorrer un lago para capturar peces. El hombre lleva cuarenta años realizando esta actividad: de este modo, en la actualidad tiene la sapiencia necesaria para interpretar señales del clima y saber cuándo debe embarcarse y cuándo regresar; conoce, de acuerdo al color del agua, dónde están los cardúmenes. 

Es posible desarrollar sapiencia, por otro lado, a través del estudio y de la formación. Si una mujer cursa la carrera de Sociología en una universidad, asiste a congresos y charlas de la materia y lee libros de grandes sociólogos de la historia, estará forjando su sapiencia.
Es importante destacar que no existe un momento exacto o preciso para determinar cuándo una persona se vuelve sabia (es decir, tiene suficiente sapiencia para ser considerada como tal). Si retomamos uno de los ejemplos anteriores, no hay un día en el cual el pescador aprende todo de repente y pasa a transformarse en un experto.
En las distintas mitologías de la Antigüedad, la sabiduría era a menudo representada por algún dios específico, como era el caso del dios egipcio Thot (el mismo de la escritura), o la diosa griega Atenea, nacida de la cabeza (o sea, de los pensamientos) de su padre. 
Por su parte, los romanos vinculaban a la diosa Atenea (llamada Palas o Minerva en su mitología) con el búho, y esta asociación persiste aún en nuestros días, razón por la cual esta ave suele representarse en el logotipo de universidades e instituciones de aprendizaje.
Aun así, resulta complicado darle un sentido único y universal a la palabra “sapiencia”. Se la utiliza para referirse al saber acumulado, que puede provenir de la experiencia vital o de la formación académica, o incluso de la moral y las buenas costumbres. 
La sabiduría, en cambio, se puede observar únicamente en su contexto: a la hora de tomar una decisión difícil, de comprender un tema complicado o de manejar referencias muy eruditas. Por ende, se puede ser muy inteligente pero poco sabio; o al contrario, poco inteligente pero contar con una extensa sabiduría, las personas sabias serían las que actúan prudentemente. Sin embargo, teólogos católicos como Tomás de Aquino (1224-1274) la propusieron como la raíz de todas las virtudes humanas.
Si bien la sapiencia tiene que ver con el aprendizaje y la experiencia, no se debe confundir con el conocimiento, esto es, con la simple acumulación de saberes. Una persona sabia puede perfectamente no contar con grandes conocimientos académicos, por ejemplo, a la par que una persona de larga formación académica puede no actuar de manera muy sabia en diferentes situaciones de la vida. Es la sapiencia con la que se logra con más facilidad el éxito.
La diferencia entre las dos cosas tiene que ver con la capacidad de la sabiduría de extraer conclusiones útiles y morales de la información que se maneja. La sapiencia es, justamente, la capacidad de juicio, de discriminación y de obtener conclusiones convenientes, mientras que el conocimiento simplemente se limita a acumular información, ya sea que se la utilice o no adecuadamente.
La sapiencia es una de las virtudes más importantes en tanto que el conocimiento de la sabiduría está vinculado con la libertad y la capacidad de elección.
El concepto de sapiencia que de un modo directo está vinculado con ser una persona culta, también muestra la capacidad de tomar decisiones adecuadas en la vida. Es decir, la sapiencia no solo muestra el valor del conocimiento teórico sino también, el práctico. La formación es uno de los medios de conocimiento más frecuentes a través de los que una persona se forma y se informa en distintas materias que le permiten tener una comprensión general de la realidad.
La sapiencia es un alto grado de conocimiento significativo y ponderado, basado en la experiencia y recopilado durante un largo período de tiempo. Pero, no es un saber cualquiera, sino un saber que versa sobre la conformidad del obrar y del saber. 
En la antigüedad, Pitágoras la explicó como el conocimiento supremo e inalcanzable que sólo podemos anhelar. A esta definición Platón añadiría el sumo Bien, adquiriendo así la sabiduría el significado de sumo conocimiento y de suma virtud. 
Por su parte, Aristóteles explicó la sabiduría como el más perfecto de los modos de conocimiento: 
De suerte que la sabiduría será intelecto y ciencia, por así decirlo, la ciencia capital de los objetos más estimados.
― Aristóteles, Ética a Nicómaco
Si bien podemos concebir la sabiduría como «entendimiento y ciencia», ese conocimiento se debe llevar a la práctica. Según Aristóteles, somos sabios cuando sabemos cosas, cosas que importan, y podemos poner ese conocimiento en práctica. 
La sabiduría es la fuente de todas las virtudes 
Cuando hablamos de sabiduría nos referimos a la capacidad para comprender profundamente las experiencias de vida. Es la virtud que integra el conocimiento, la experiencia y la tolerancia de las incertidumbres de la vida, así como sus altos y bajos. Al mismo tiempo que se utiliza ese entendimiento de manera positiva, para favorecer el bienestar propio y el de los demás. De esta manera, la sabiduría es la virtud que guía nuestro ejercicio de todas las otras virtudes. 
Se trata del conocimiento supremo y su correcta aplicación, saber de saberes, principios y causas de la realidad, Dios, el ser, etc.  Por esta razón, la sabiduría no se trata solamente de un saber vivir, también es la fuente de todas las virtudes. 
Y la sabiduría, según definición de los antiguos filósofos, es «la ciencia de las cosas divinas y humanas, y de las causas en que se fundan».
― Cicerón-








 

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